Diario de una Esposa Traicionada por Rocio H. Gómez
Diario de una Esposa Traicionada Capítulo 48

Capítulo 48 

Era realmente una de las marcas de lujo más prestigiosas, el objetivo final que la mayoría de las personas en el mundo del diseño anhelaban alcanzar 

David tenia una sonrisa sutil en su rostro: “Si, se acaba de decidir.” 

“Fue él quien finalmente accedió.” Dijo Thiago, no le permitía ser modesto y agregó: “Antes de que regresara al país, estuvieron en contacto con él todo el tiempo. No se había decidido, por eso tardó 

tanto.” 

Ni hablar de Nerea, yo misma no pude evitar admirarlo y dije con una sonrisa: “Parece que no pasará mucho tiempo antes de que la Universidad de Puerto Nuevo escriba una columna sobre ti, el orgullo de nuestra alma mater.” 

Hablando de eso, Isaac había estado en la columna interna de la Universidad de Puerto Nuevo por mucho tiempo, incluso después de haberse graduado hacía años, todavía habían muchos estudiantes de la Universidad de Puerto Nuevo que eran sus fans. Quizás, él siempre fue una estrella en el cielo, y yo no debería haber soñado con tenerlo solo para mí. 

“Entonces, ¿hoy viniste especialmente a celebrar que Guzmán consiguió el trabajo?” Leticia preguntó mientras comía. 

Thiago asintió: “Si. Vamos, coman rápido, que aún queda la segunda parte.” Dijo eso y mirando despreocupadamente agregó: “Lástima que Isaac no pudo venir, de lo contrario ustedes…” 

Podía ver que no quería que yo me divorciara de Isaac 

“Ni comiendo puedes cerrar la boca.” Leticia rápidamente metió un pedazo de pan de piloncillo en su boca. 

Tiré de la comisura de mis labios diciendo: “No hay nada de qué lamentarse.” 

Él tenía a alguien con quien quería estar. Ya que íbamos a divorciarnos, cada uno tenía su propia vida, eso era normal. Si, era normal. 

Cuando terminamos de comer y bajamos las escaleras, quizás porque mi mente estaba en otra parte, pisé mal un escalón y casi caigo, pero afortunadamente una mano grande me sostuvo firmemente y evitó que me cayera. 

Después de que David me ayudó a estabilizarme, me advirtió con voz suave: “Ten cuidado, ¿te lastimaste?” 

“Estoy bien.” Contesté rápidamente. 

Solo me torci un poco el pie. Sin embargo, no esperaba que fuera tan grave; cada paso que daba m hacía inhalar de dolor 

David funció el ceño indagando: “¿Te duele mucho?” 

“Es manejable” Aseguré yo y sonreí, apoyándome en el pasamanos de las escaleras mientras cojeaba al bajar. 

Mirando a Leticia y a Thiago, que ya habían bajado a pagar la cuenta, dije con resignación: “Me torci el pie, ustedes continúen, yo debería volver a casa.” 

“¿Es grave, deberíamos ir al hospital?” Leticia pregunto con preocupación. 

Les pasé las llaves del auto diciendo: “No es nada, ha sido una bobería. Solo no puedo conducir, te las 

Capitulo 48 

dejo a ti.” 

¿Cómo vas a volver, en taxi? Mejor te llevo primero.” Me dijo ella. 

“¿Qué tal si yo llevo a Cloé?” Después de que David lo propuso, miró la hora y dijo con resignación: “Tengo una videoconferencia esta noche, así que no podré ir con ustedes a la segunda parte de la diversión.” 

Al oír eso, Thiago, por supuesto, estaba feliz, y agarrando a Leticia para irse dijo: “Eso sería perfecto. Entonces, cuidala por nosotros.” 

No sirvió de nada que Leticia se resistiera, me hizo una señal de ‘llámame si necesitas algo’ con la 

mano. 

Sonrei y asenti con la cabeza: “Está bien.” 

Sin barandas a la vista, David me ayudó a subir al auto, preocupado dijo: “Deberíamos ir al hospital a revisarlo, una torcedura puede ser leve o grave.” 

“No es para tanto.” Aseguré, luego sonreí ligeramente al decirle: “Con descansar una noche será suficiente 

“Entonces espera aqui en el auto unos minutos.” Dijo David y se dirigió hacia el otro lado con sus largas piernas. 

Volvió pronto con una bolsa en la mano, se sentó en el asiento del conductor y me pasó la bolsa. Me miró con resignación diciendo: “Si no quieres ir al hospital, al menos deberías aplicarte un poco de este ungüento.” 

“Gracias…” No terminé la frase. 

“¿Qué me prometiste el otro dia?” Interrumpió con una sonrisa ligera y burlona. 

Lo recordé, deteniendo mi respuesta y sonriendo astutamente: “Entonces… gracias, amigo.” 

“Vaya contigo.” Rio resignadamente y no dijo más, arrancando el auto. 

Las luces de la ciudad comenzaban a brillar, y el tráfico era denso, pero no ibamos rápido. El auto reproducía una vieja canción suave en francés, y me llevó a tener pensamientos dispersos. 

“Cloé, ¿no te sientes muy bien?” Su voz suave y apacible de repente rompió el silencio. 

Me sorprendí un poco: “¿Por qué lo preguntas?” 

“Es a 

que durante la cena, parecía como si sintieras náuseas.” Comentó él. 

2/2 

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