Diario de una Esposa Traicionada por Rocio H. Gómez
Diario de una Esposa Traicionada Capítulo 66

Capítulo 66 

A menos que, un día él descubriera la verdadera causa del fallecimiento de su madre, quizás su actitud. hacia Andrea cambiaría un poco. Pero antes de eso, sería difícil. 

Hablando de eso, tampoco entendía por qué su abuelo no le decía a Isaac, tendría que volver a la antigua casa algún día para preguntar. 

Cuando casi terminábamos de comer, volvi al tema principal: “Oye, Leti, ¿conseguiste las entradas para el concierto?”  Sᴇaʀ*ᴄh the FindNøvᴇl.nᴇt website on Gøøglᴇ to access chapters of novels early and in the highest quality.

Leticia tenía más contactos que yo en la empresa. Cuando se confirmó el concierto, le había pedido que me ayudara a conseguir entradas. 

Leticia señaló el techo y se quejó: “No sé qué pasó esta vez, solo la oficina del presidente tiene entradas y solo hay una por persona, nadie tiene extras.” 

“¿Solo la oficina del presidente tiene?” Pregunté entre sorprendida y dudosa. 

“Si, si realmente las quieres, podrías aprovechar que Isaac quiere hacerte feliz y pedirselas a él, seguro que puede conseguir todas las que quieras.” Me sugirió ella. 

“Mejor olvidalo.” Le dije, Isaac y yo, era mejor mantener las distancias todo lo que se pudiera. Pero, era solo lo que yo pensaba. Justo cuando volví a la oficina, Isaac me llamó. 

eso 

Me acerqué a la ventana para contestar, al otro lado del teléfono, su voz masculina sonaba magnética y agradable: 

“¿Estás libre el sábado por la noche? ¿Quieres ir al concierto conmigo?” 

“¿Tienes entradas extras, verdad?” Pregunté. 

No quería pedir, pero si me las ofrecían, debía intentar conseguir algunas por Nerea. 

“Sí.” Respondió él. 

“¿Subo a por dos?” Le dije, Nerea siempre quería llevar a un amigo, mejor le pedía dos por si acaso. 

“Ahora le diré a César que te las baje.” Contestó él. 

“Está bien.” Asenti. 

“¿Y tú?” Indagó Isaac. 

“¿Yo Qué?” Pregunté. 

“He respondido a tus dos preguntas, y tú aún no has respondido a ninguna.” Me dijo, su voz era baja. 

Al oír eso, me senti comprometida y bajé la mirada diciendo: “Estoy libre.” 

Los días en que amé sin ser correspondida, siempre escuchaba las canciones de lan Castro. En ese momento, ir a ese concierto con él, podría considerarse como una despedida formal. Una despedida adecuada y digna, para cerrar los ocho años de amor. 

Al volver a vivir juntos con Isaac, las cosas ya no eran tan cómodas como antes en nuestra casa matrimonial. Reparar un espejo roto no era tan sencillo. Por suerte, Isaac estaba ocupado con el trabajo, yendo y viniendo a todas horas. Cuando él se ba, yo todavia estaba durmiendo, y regresaba, ya me habla ido a dormir. 

1/2 

cuando 

14:07 

Esa noche, me levanté a medianoche para ir al baño y escuché el timbre sonando sin parar. A través de la mirilla, vi a César, luchando por sostener a Isaac, alto y erguido. El hombre tenía los ojos ligeramente cerrados, su mirada parecia confundida, pero las líneas de sus mejillas eran más afiladas que cuando estaba sobrio, añadiendo un aire aún más prohibido a su presencia. ¿Estaba borracho? 

Abri la puerta: “¿Bebiste demasiado?” 

“No, el presidente Montes dijo que últimamente parece que no te gusta el olor del alcohol, asi que ha estado bebiendo muy poco.” Respondió César, él era un hombre amable, pero en ese momento parecía preocupado: “Hoy solo tomó un trago por compromiso y acabó asi, fue mi descuido.” 

“¿Quién jugaria sucio de esa manera?” Fruncí el ceño. Ese tipo de trucos bajos no eran raros en el mundo de los negocios, pero con la posición e identidad de Isaac, sería raro que alguien se atreviera a hacer algo así. 

“Es que…” César estaba a punto de hablar cuando Isaac, con los ojos medio abiertos y la voz ronca, lo interrumpió con un tono de advertencia que no admitia réplica: “César.” 

No quería que yo supiera. No pregunté más y junto con César lo llevamos al sofá, pudiendo sentir su temperatura ardiente a través de la ropa, lo que me asustó. 

“¿Por qué no lo llevaste al hospital?” Pregunté. 

César se tocó la nariz: “El presidente Montes temía caer en otra trampa, insistió en volver aquí a buscarte.” 

¿Buscarme? Yo, que casi soy su exesposa, ¿de qué serviría buscarme? 

Me dolía la cabeza: “¿Han contactado al médico de familia?” 

César: “No, el doctor Rendon está fuera del país esta semana, y el presidente Montes no confía en otros médicos. Señora, disculpe las molestias. 

Antes de que pudiera responder, César dejó esas palabras cargadas de significado y se escapó rápidamente. 

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