Capítulo 322 

res una mujer despreciable que 

“Tienen razón, eres una sinvergüenza!” Sergio soltó de un tirón la mano de Irene y añadió, “trene, eres solo ve el dinero! ¿Crees que seguiré contigo? Estás soñando!” 

Irene cayó al suelo, con una expresión de incredulidad en su rostro, 

¿Qué había escuchado? 

El Sergio de antes nunca le habría hablado de esa forma. 

¿Qué estaba pasando? 

Irene se aferò a las piemas de Sergio diciendo. “No! (Sergio, tú aún me amas! (Debes seguir amándome 

Sergio la empujó con un pie, la miró fijamente y dijo, “Irene, no estuviste conmigo en los momentos dificiles, y ahora que me he levantado quieres volver a mi lado, ¿quién te has creido que ere? Vete de aquil Deja de humillare! 

Después de decir eso, Sergio abrió la puerta del coche, enceridió el motor y se fue 

Irene no podia creer que eso fuera verdad, 

Sergio antes la amaba mucho, 

siempre habia dicho que ella era la única, 

¿cómo podía tratarse ahora de esa manera? 

Era hora del almuerzo, 

muchos empleados salleron a curiosear. 

“Algunas mujeres si que son despreciables! ¡El Sr. Yllescas lo ha dicho, y ella sigue sin tener dignidad! Me da vergüenza ajeñal 

“¡Exactamentel” 

“Cuando el Sr. Yllescas era un repartidor, ella lo dejó sin pensarlo dos veces, y ahora que lo ve trunfar, viene a rogare! Si fuera ella. ¡me meteria en un agujero y desapareceria!” 

“Probablemente no pueda aceptarlo, pensando que podría haber sido la señora del jefe. ¿Y ahora?” 

“¡Mujer interesada! ¡Se lo merece!! 

Esas burlas y desprecio atravesaban a Irene como cuchillos afilados, clavándose 

En ese momento, se lamentaba profundamente, jhasta las entrañas! 

Lamentaba haber roto con Sergio

debería haber continuado su camino con él. 

e unay otra v 

vez 

Si lo hubiera hecho, ahora seria la esposa del jefe, y esas personas estarian obedeciendo sus drdenes. 

Pero en ese momento, el arrepentimiento era inútil. 

Mientras tanto. 

En Ciudad Real. 

En la habitación de Adam. 

La puerta estaba entreablerta, y desde afuera se podia vislumbrar el interior. 

Ahi dentro. 

Adam estaba sentado frente a su escritorio, sosteniendo un papel que parecia envoltura de chicle, lo olia suavemente cerca de su nanz, con una expresión de disfrute en su rostro 

Allado, habla una bolsa de una sustancia blanca en polvo. 

Angela estaba parada en la puerta, observando la escena,  S~ᴇaʀᴄh the ꜰindNʘvel.ɴet website on Gøøglᴇ to access chapters of novels early and in the highest quality.

a, con una sonrisa satisfecha en sus labios. 

¡Esa vez Adam se levantaria nunca! Deseaba ella en su mente. 

Una vez que Jana perdiera la esperanza en Adam, seguramente encontraria la manera de que Olga tuviera un hijo con Rodingo 

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Capítulo 322 

La razón por la que Jana vacilaba era simplemente por la presencia de Adam. 

Si utilizara métodos poco éticos. Adam seguramente quardaria rencor hacia su abuela. 

Pero si Adam ya estuviera acabado, entonces Jana no tendría que preocuparse por él. 

Angela se giró silenciosamente para irse, temiendo alterar a la persona dentro, 

Olga llegó puntual para llevarle a Jana un caldo nutritivo, y justo cuando ella y Valeria entraban por la puerta de la familia Lozano, vieron a Angela bajando las escaleras. 

“Angela.” 

“Srta. Olga, Vale, ya llegaron,” 

Olga asintió con la cabeza diciendo, “Angela.” Luego se giró hacia donde estaba Valeria y dijo, “Vale, saluda a la abuela Angela.” 

Valeria tenia una expresión de disgusto. 

¿Acaso debía llamar abuela a una sirvienta? 

¿Por qué deberia? 

“Vale!” Olga frunció el ceño

Ángela sonrió y dijo: “¿Por qué discutes con la niña? Por cierto, la señora está disfrutando de las flores en el patio trasero, iré a avisarle.” 

“Nosotros te acompañamos.” Olga llevó a Valeria siguiendo los pasos de Angela. 

Caminaron hacia el patio trasero, sin encontrarse con ningún sirviente en el camino. 

Al pasar por la rocalla, Angela se giró hacia Olga y dijo: “No es conveniente hablar aqui, ¿vamos alli?” 

Olga asintió con la cabeza, “Vale, espera aqui 

Valeria asintió con la cabeza. 

Olga siguió el paso de Ángela, 

ambas llegaron cerca de la rocalla. 

Angela susurró algo al oido de Olga. 

Al oir eso, Olga mostró una expresión de total asombro y dijo. “¿Está segura de que no se ha equivocado?” 

“Lo vi con mis propios ojos!” continuó Ángela. “He estado observandolo durante varios dias, casi siempre a esta misma hora se pone a fumar, y cada vez por alrededor de una hora. Lleva a la abuelita alli, ¡y seguro que lo pillamos en el acto!” 

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