Capítulo504

Hugo no haría nada que dañara su reputación por una simple mujer. Viendo la armoniosa figura de

Aarón e Inés alejándose, recordó los ojos enrojecidos de Aarón cuando peleaba por ella. Hugo de

repente se dio cuenta de algo y levantó una ceja maliciosamente. -Si puedes ser el ahijado de

Julio, ¿por qué yo no puedo ser su yerno?

Aarón llevó a Inés de regreso a su habitación y cerró la puerta con fuerza.

-Inés, esto es incómodo- Inés se recostó en el sofá boca arriba, su pecho subiendo y bajando

mientras respiraba con dificultad. Había estado recuperándose de su ebriedad, y ahora se sentía

mareada de nuevo.

Aarón, que inicialmente estaba lleno de enojo, se calmó al verla sentirse mal. -Siempre has tenido

poca resistencia al alcohol. ¿Por qué tomaste tanto? – Suspiró mientras agarraba una taza del

centro de mesa y le sirvió un vaso de agua, ofreciéndoselo. -Inés, ya bebe un poco de agua.

-No necesito, no quiero beber- Inés se volvió y murmuró con amargura. -Vete, quiero descansar

un poco.

-No deberías quedarte aquí si no vas a dormir, podrías resfriarte.

-No es asunto tuyo, ve a cuidar a mi hermana- Inés se acurrucó en una bola en un gesto de

despecho y le gritó.

Aarón se sorprendió por un momento, y su corazón sintió un dolor sordo. Luego, con una mirada

seria, la levantó en sus brazos y la llevó a la habitación sin decir una palabra.

-Inés, déjame bajar el corazón de Inés latía rápidamente. Sus piernas apenas sostenían su peso,

y sus zapatillas se cayeron al suelo, revelando sus delicados pies.

Aarón escuchó el sonido y, sin darse cuenta, bajó la mirada. En un instante, vio los delicados pies

de Inés. Luego, desvió la mirada rápidamente, sintiéndose extrañamente seco en la boca y con su

ritmo cardiaco acelerado.

Aarón colocó suavemente a Inés en la cama y la cubrió con la manta. -Descansa bien, Inés.

Buenas noches.

Inés, con la mirada nublada y la mente confusa, agarró la mano de Aarón con fuerza. No sabía de dónde sacó la

fuerza, pero logró hacer que Aarón perdiera el equilibrio y cayera sobre ella.

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En un instante, sus pechos suaves estaban presionados contra el pecho de Aarón, sus narices

rozándose y sus labios, a punto de tocar los suyos.

Inés entrecerró sus ojos ebrios mientras Aarón la mantenia inmóvil, incapaz de moverse, solo

acurrucândose timidamente los dedos de los pies.

Cuando sus labios se encontraron, Aarón abrió sorprendentemente los ojos, su cuerpo tembló y su

sangre latia a cien por hora. Los labios de Inés sabian tan dulces, como algodón de azúcar en circo

de domingo por la tarde.

Inés gradualmente perdió la conciencia, sus brazos rodearon el cuello de Aarón, succionando sus

labios húmedos y profundizando el beso. Fuera de la ventana, la noche era suave, la luna curvada,

como si estuviera sonriendo cómplice ante ellos.

La cena terminó en una atmósfera no tan armoniosa debido a la presencia de Hugo.

La familia Soler llegó en tres autos, y al regresar, Enzo dijo fríamente: -Hugo, ven en mi auto,

tengo algo que decirte. Aarón, tú y tu madre vayan en otro auto de regreso.

Hugo apretó los labios con expresión sombría y subió al auto con su padre.

Aarón se sentó en la parte trasera del auto con su madre, mientras que Pablo ocupó el asiento del

copiloto.

Aprovechando la luz en el interior del vehículo, la Señora Belén notó que las mejillas de Aarón

mostraban un rubor inusual, sus ojos parecían ausentes y su respiración estaba agitada. 1

-Aarón, ¿qué te pasa? ¿Te sientes mal? ¿Tienes fiebre? la Señora Belén siempre cuidaba mucho

a su hijo menor y se preocupaba por cualquier pequeño problema que pudiera tener.

-Madre, ¿qué acabas de decir? – Aarón parpadeó, su mirada aún algo distante. Parecía que todavía

no había logrado separarse del beso de esa noche. S~ᴇaʀᴄh the Find ɴøᴠel.nᴇt website on Gøøglᴇ to access chapters of novels early and in the highest quality.

-Aarón, ¿por qué tienes las mejillas tan rojas?

Pablo, mirándolo a través del espejo retrovisor, bromeó: -Cuando di mi primer beso de amor, también tenía las

mejillas tan rojas como las tuyas.

-Hermano, no digas tonterías-Aarón carraspeó suavemente, su rostro se volvió aún más rojo. Madre, estoy bien, ya

no te preocupes por mi.

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