Desde fuera del hotel, se escuchó una serie de golpes en la puerta, seguidos por una voz conocida que pegaba gritos.
—¡Óscar, ya estás ganando buena plata, vamos, sal de fiesta y busca unas chicas para pasarla bien, qué haces ahí metido en el hotel!—
Eran esos chicos ricos que lo llamaban.
Óscar, con mucho cuidado, guardó el dinero que tenía en la cama y se acercó a abrir la puerta con una sonrisa apologética en el rostro.
—Mejor vayan ustedes, yo paso, ya saben que tengo esposa y no está bien que salga a buscar mujeres estando ella embarazada.—
—¿Y qué si tu esposa está embarazada? ¿Qué más da? Llevas un montón de tiempo sin esa diversión, vas a explotar de las ganas, relájate y disfruta, nosotros no le vamos a decir a tu mujer.—
Uno de los hijos de papá lo miró con desdén.
Pero Óscar sacudió la cabeza y con una sonrisa dijo: —Vayan ustedes, mi esposa me va a llamar esta noche para ver cómo estoy y mañana nos vemos en el casino, ¿qué les parece?—
Al escucharlo, los amigos no insistieron más.
Se fueron con su aire despreocupado y uno exclamó:
—¡Déjalo, vamos! Con esa cara de pobre no te pierdes de nada, al final eres un mandilón.—
Cuando se fueron, Óscar cerró la puerta con llave.
Volvió a contar el dinero en la habitación con una sonrisa en el rostro y lo besó varias veces.
Ya tenía un plan perfecto, al día siguiente invertiría esos cien mil en grande, con su habilidad para los juegos y un poco de suerte, ¡podría duplicar la cantidad y ganar doscientos mil!
Después, se retiraría y volvería a su país con una fortuna.
Al día siguiente.
Óscar se reunió de nuevo con sus amigos ricos en el casino y se sentaron en una mesa para continuar jugando.
El gerente del casino ya los conocía y se acercó con una sonrisa para saludarlos.
—Eh, muchachos, ¿cuánto piensan apostar hoy?—
Óscar, con un aire de confianza, golpeó la bolsa negra que llevaba y dijo: —¡Hoy lo apuesto todo!—
El gerente le echó una mirada y pareció convencido de su suerte.
—Bien ahí, ¡que la suerte te acompañe y te hagas rico!—
Óscar se sintió aún más orgulloso.
Empujó todas las fichas hacia adelante y con una voz potente dijo: —¡Empecemos!—
Cinco minutos después.
Óscar tuvo la mala fortuna de perder una ronda.
Estaba algo molesto y rápidamente comenzó otra.
Y volvió a perder.
Empezó a desesperarse, cambió todo su dinero por fichas y siguió jugando una ronda tras otra.
En menos de media hora, su montón de fichas se había reducido a casi nada.copy right hot novel pub
¡Los cien mil que había ganado durante los últimos días se fueron, capital e intereses incluidos!
Óscar se secó el sudor, su rostro se puso pálido.
Cuando uno pierde dinero, se desespera.
Pensó que era cuestión de mala suerte y que si seguía jugando, su fortuna cambiaría.
Con su habilidad en el juego, ¡estaba seguro de que recuperaría su dinero!
Óscar buscó en todos sus bolsillos y se dio cuenta de que no le quedaba dinero, no podía seguir jugando.
En ese momento, el gerente del casino se acercó sonriendo y le preguntó a Óscar.
—¿Qué pasa, amigo? ¿Te quedaste sin dinero, lo perdiste todo?—
Óscar, lleno de remordimiento, dijo: —No tuve suerte al principio, pero si me dejan jugar un par de rondas más, seguro que recupero y gano en grande.—
—¿Ah sí? En nuestro casino ofrecemos préstamos, ¿quieres probar suerte?— dijo el gerente.
¿Existía tal maravilla?
Los ojos de Óscar se iluminaron, como si viera la primera luz del amanecer.
—¡Sí, prestadme! Cuando gane, les devolveré todo con intereses.—
—De acuerdo, ven y firma un pagaré conmigo, y te daremos el dinero.—
Óscar se levantó de inmediato y siguió al gerente para recibir el dinero.
Pero el dinero que obtuvo se esfumó en unas pocas rondas, lo perdió todo de nuevo.
No creyendo en su mala racha, siguió pidiendo préstamos y siguió jugando.
Cuanto más jugaba, más perdía, y cuanto más perdía, más apostaba.
Al final, con el dinero acumulándose y los intereses creciendo, ya no sabía cuánto debía.
Óscar, con los ojos inyectados en sangre, quería pedir más, pero esta vez el gerente se negó fríamente a prestarle.
—Ya debes quinientos mil, si quieres más dinero, primero tienes que devolver lo que debes.—
¿Quinientos mil?
Los ojos de Óscar se abrieron de par en par.
¡No podía creer que en solo unas horas hubiera perdido tanto dinero!
¿De dónde iba a sacar quinientos mil ahora?
Su bolsillo estaba más limpio que su rostro.
—Yo…
no tengo dinero ahora, ¿podría darme unos días más?—
Óscar se desesperó, su voz empezó a tartamudear.
—¿No tienes dinero? Entonces llama a tu familia, busca cómo conseguir el dinero. Si no pagas lo que nos debes, hoy no sales de aquí.—
El gerente del casino hizo una señal y varios guardias de seguridad, altos y corpulentos, se acercaron y rodearon a Óscar.
Óscar estaba aterrorizado hasta los huesos.
Desesperadamente, se lanzó a suplicar a los otros tres hijos de familias acaudaladas.
—Señor, ¿podría prestarme quinientos mil? En cuanto regrese a mi país, buscaré la manera de devolvérselos— imploraba.
Sin alternativa, Óscar se giró hacia otro de los ricos herederos.
—Joven, ¿me haría el favor de prestarme quinientos mil?—
—¿Estás soñando o qué? He perdido más de un millón. Ya no me queda ni un centavo, estoy hasta la coronilla. Aléjate de mí, no estropees mi suerte— replicó el interpelado.
Óscar se quedó sin palabras…
El pánico de Óscar crecía por momentos.
Se dio cuenta de que estaba acorralado.
Con un fuerte sonido, la puerta se cerró tras de él.
Óscar miraba a su alrededor, estaba aterrado.
—¿Qué van a hacer conmigo?— preguntó con la voz temblorosa.
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