Capítulo 76 

Al estar triste, lo primero que le vino a la mente fue ‘Adrián‘. Así que intentó llamarlo. 

En la Botica de Hierbas. 

Hacia buen tiempo y Valentina estaba sentada en un banquito en el patio, mirando su celular sobre la mesa plegable. Al ver la llamada entrante, casi sin pensarlo, colgó Inmediatamente. 

Luego echó un vistazo a escondidas a la persona ocupada en la cocina, apretó los dientes y aprovechando que no la veían, agarró el celular, solo para descubrir sorprendentemente que jel fondo de pantalla de Adrián era Violeta! 

No tenía tiempo para sorprenderse, solo borró el registro de llamadas. 

Luego, con el corazón latiendo como si hubiera cometido un delito, volvió a poner el celular en su lugar y se levantó, “Adrián, no te compliques, comeré lo que sea al mediodía, ¡yo te enciendo el fuego!” 

Él replicó: “No es necesario, ¡sal!” 

Valentina puso las manos detrás de la espalda, inclinándose ligeramente, “Ay, si vamos a la misma escuela, somos compañeros y además, somos vecinos. Mis padres están de viaje y me dijeron que comiera en tu casa, me sentiría mal si no hiciera nada, ¿qué tal si te ayudo a lavar los vegetales?” 

Adrián accedió: “Como quieras.” 

Violeta le envió un mensaje: Adrián, si no tengo a dónde ir, ¿podrías acogerme? 

Adrián, con su agudo oido, escuchó la vibración del celular en la puerta, dejó la leña que tenía en sus manos y con el dorso cubierto de hollín, se puso de pie, dejando caer las astillas de la madera que acababa de partir. 

Justo cuando se levantó, Valentina se puso en la puerta, “¿A dónde vas? ¿No vas a hacer fuego? ¿Vas a buscar leña? Yo voy por ti.” 

Él frunció el ceño y su rostro se ensombreció, “Me estás bloqueando.”  Sᴇaʀᴄh thᴇ (ꜰind)ɴʘvel.nᴇt website on Gøøglᴇ to access chapters of novels early and in the highest quality.

Valentina, asustada por su mala cara, se hizo a un lado tímidamente. 

Adrián tomó el celular de la mesa, vio el mensaje y casi sin pensarlo, la llamó.. 

Al ver que Adrián le devolvía la llamada, Violeta contestó. 

“¿Dónde estás? ¡Dime la dirección!” 

Violeta se cubrió la cabeza con una manta, su voz sonaba ahogada, como si acabara de 

llorar, de hecho tenía los ojos un poco rojos, “Adrián, me siento muy mal, te llamé hace un rato y no contestaste. 

¿Dónde has estado?” 

Adrián apretó los labios, con su rostro expresando preocupación, “Tomaré un taxi pára buscarte, quédate ahí y no te muevas.” 

Valentina observó su figura alejándose, queriendo detenerlo, pero no pudo abrir la boca, temía que Adrián ya supiese algo. 

Violeta le dio la dirección de la Villa del Sol. 

Ella tenía sus reservas para no llamar a Maurino. 

Por más que su hermano fuese bueno con ella, a los ojos de los demás, no era más que una trepadora. 

La mujer que la reprendió por no seguir las normas ya había sido despedida, pero después de todo, no hay paredes que no dejen pasar el aire. 

Aunque ella les explicara que no fue su intención, nadie creería nada. 

Decírselo a Maurino solo empeoraría el conflicto entre Lucrecia y él. 

Lo mejor era que se fuese. 

Con la fiesta de compromiso acercándose, por más que Maurino la quisiera, no tendría tanto tiempo para ella. 

Pasados unos treinta minutos, recibió un mensaje. 

Adrián escribió: “Ya estoy aquí, baja.” 

Violeta se apresuró a recoger sus cosas, mirando a través del ventanal el taxi afuera, tomó su mochila y corrió escaleras abajo. 

Pero cuando estaba a punto de salir, la criada la detuvo: “¡No puedes irte!” 

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