Capítulo 53 Ni siquiera puedo tocarte

-¿Será que no confias lo suficiente en él-Victoria sonrio ligeramente. No tengo que preocuparme por mi parte, asi que ide qué tienes miedot-Al ver que Claudia no cedia, Victoria añadio-No te preocupes. Muy pronto se llevará a cabo la cirugia de la abuela. Espera unos días más y tendrás lo que quieres. Mientras la intervención tenga éxito, me iré y no volveré dentro de

cinco años

Al Girls, Claudia se fue calmando poco a poco, Tiene razón. Solo unos días más y todo habrá terminado Cuando llegue ese momento, la relación entre ellos se disolverá, por lo que ya no voy

temer

-Está bien, confiaré en ti por ahora. Espero que puedas mantener tu palabra.

Apenas Claudia se fue, la oficina quedó en silencio, Victoria bajó la cabeza y se colocó la mano en

el vientre.

-Esperemos que esto salga bien, cariño. En cuanto todo haya terminado, mamá te llevará a casa del abuelo. Seguro que te querrá.

Por cierto, Antonio la había llamado aquel día. Sin embargo, estaba ocupado y ella podía oír a varias personas que hablaban de fondo mientras la llamaba. Por lo tanto, no le contó a su padre lo que había ocurrido, ya que él estaba ocupándose de los asuntos de trabajo. Al final, hablaron un rato antes de colgar.

El día anterior a la cirugía de Griselda era domingo. Victoria y Alejandro pasaron todo el dia en el asilo con ella. Como a la joven le preocupaba que la abuela estuviera nerviosa por la intervención, compró muchas bisuterías para animarla. Luego, le contó a Griselda todos los detalles.

interesantes y los clientes graciosos que encontró en la compañía, lo que la hizo reir alegremente.

a la anciana.

Entretanto dialogaban, Alejandro se quedó mirándolas. Al principio estaba impávido, pero después esbozó una pequeña sonrisa al oír sus risas. En ese momento, le pareció que todo iba bien. Pronto entró el médico y habló de los preparativos para la cirugía.

-¿Por qué no paso la noche contigo, abuela? Puedo acompañarte si no puedes dormir-sugirió Victoria, ya que Griselda se sometería a una cirugía al día siguiente.

-No, no, no. Le hizo un gesto para que se fuera-. Ya no soy una niña; no necesito se quede a mi lado. Vete a casa y descansa con Alejandro. Puedes volver mañana.

que

alguien

-Pero…

Criselda rechazó la idea de Victoria de quedarse a pasar la noche.

Ya que la abuela se niega, vengamos mañana temprano -dijo Alejandro tras agarrarle el brazo a la joven

-Así es. Deberian irse a casa ya que se está haciendo tarde. No se queden aqui para interrumpir

mi descanso.

-De acuerdo, entonces. -Victoria solo obedeció. Luego, se acercó a Griselda y la abrazó-. Que duermas bien, abuela. Mañana estaremos aquí a primera hora.

-Lo recordaré. Le tocó la nariz y a su vez habló-: Eres una mujer joven y, sin embargo, regañas más que yo.

pero se

Al final, la pareja se marchó. En el camino de regreso, Victoria intentó hablar con él, contuvo ya que el chofer también estaba allí. Alejandro no se dio cuenta de su reacción mientras hablaba de lo que debían hacer para las precauciones del día siguiente; su voz sonaba profunda y firme. Al oirlo, Victoria tarareó en respuesta. Cuando regresaron a casa, el chofer se marchó y la pareja volvió a su habitación.

-Ve a ducharte y descansa un poco le dijo, en tanto se quitaba el traje.

-De acuerdo.

Victoria no se negó, sino que tomó su ropa. Después de pensar un momento, se

dio vuelta y señaló-: Hay algo que queria preguntarte.

Alejandro se había quitado la chaqueta y se estaba desabrochando la corbata. Al oírla, se detuvo y

la miró.

-¿De qué se trata?

Obtendremos el divorcio antes de la cirugía de la abuela o después?

Tan pronto como dijo aquello, Victoria pudo sentir que Alejandro emitía un aura escalofriante. Tras eso, él la miró fijo. Al mirarlo directo a los ojos, Victoria se estremeció y sintió escalofríos. En esa fracción de segundo, se dio cuenta de que era un mal momento para mencionar ese asunto. Al fin

y al cabo, Griselda iba a someterse a una cirugía al día siguiente, asi que Alejandro no estaba. de buen humor. Al pensarlo, se disculpó con él.

-Discúlpame. No debí haber mencionado el tema. Lo hablaremos luego de la cirugía de la abuela. Descansa temprano, Alejandro.

Después de hablar, se dio vuelta y se dispuso a marcharse, pero él le bloqueó el paso.

-¿Te mueres de ganas de divorciarte de mi? -le preguntó, mirándola fijo y con el rostro ensombrecido.

-No. Es solo que…

-Haré lo que deseas. -En ese instante, Victoria se quedó estupefacta y lo miró sin decir una palabra. Los ojos de Alejandro reflejaban indiferencia y su voz sonó tajante al hablar-: Nos divorciaremos cuando el Ayuntamiento esté abierto al público. Se dio vuelta y entró al baño.

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-¿Acaso no me pidió que me duchara primero?», pensó Victoria. ¡Bum! La puerta del baño se cerró de manera estrepitosa, lo que causó un fuerte ruido, Luego, el lugar enseguida se sumió en un silencio. Victoria se quedó allí parada y bajó la cabeza antes de sacar el acta de matrimonio de la caja de seguridad. Los papeles estaban muy bien conservados y parecían nuevos bajo la luz.

Al mirar los documentos, Victoria recordó el día en que registraron su matrimonio. A decir verdad, ya estaba nerviosa durante la sesión de fotos. Se le tensó el rostro y el cuerpo en el acto y el fotografo se mostró insatisfecho después de tomar unas cuantas.

-Relajese, señora. Es una foto de boda. Tiene que estar contenta. Vamos, sonría le dijo.

Al oirlo, se puso aún más nerviosa. Estaba tensa hasta que alguien le agarró las manos. Inconscientemente, Victoria miró a Alejandro y trató de liberarse de su agarre.

-¿Por qué estás nerviosa? ¿No puedo tocarte? -En tanto él hablaba, sonrió y entrelazó los dedos con los de ella.

Al sentir las manos entrelazadas, la joven se sobresaltó cuando sintió su calor.

-Disculpe. Mi esposa es un poco introvertida. -Lo oyó decir al fotógrafo.

En ese momento, Victoria se sonrojó y pensó: -Todavía ni siquiera han terminado de tomar las fotos de nuestra boda y ya me está llamando esposa-. Mientras pensaba en eso, Alejandro se inclinó de repente más cerca de ella, por lo que pudo sentir su aliento cálido contra la oreja.

-No te preocupes. Haz lo que te pida el fotógrafo. Si te dice que mires a la cámara y sonrias, hazlo. Si no, no podrá tomarnos la foto si te pones nerviosa. -Entonces le miró el lóbulo de la oreja, que se había enrojecido por la timidez. En ese instante, su mirada se ensombreció y le mordió el lóbulo con suavidad sin pensarlo dos veces-. ¿Me has oido, Copo de nieve? -le preguntó con un tono amenazante.

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