Capítulo 73 Camina o te llevo

Las palabras de Andrés contenían demasiada información, lo que hizo que Victoria se sintiera incómoda cuando lo oyó. ¿Acaso el señor Camacho descubrió algo de mis hábitos alimenticios?. Al ver que tenía una expresión de desconcierto y las manos inquietas, él se rio entre dientes.

-Ha cambiado de gusto de repente, así que he hecho algunos ajustes según sus preferencias ¿Hay algún problema, señora Calire? S~ᴇaʀᴄh the FɪndNøvel.ɴet website on Gøøglᴇ to access chapters of novels early and in the highest quality.

-Un cambio de gusto… Eso puede levantar sospechas si alguien oye esto. Al pensar en ello, apretó los labios y miró a Andrés con seriedad mientras susurraba:

-¿Está seguro de que mis gustos han cambiado, señor Camacho? Solo comí unos bollos de crema de más por la mañana, eso es todo.

de

Al oir aquello, se quedó perplejo y se masajeó la nuca. -Bueno, tiene razón. Solo comió un par bocadillos de más, así que ¿por qué creo que sus gustos han cambiado?-. En cuanto se dio cuenta, se sintió un poco avergonzado.

-Disculpeme, señora Calire. Debo haber estado pensando demasiado.

-Está bien, señor Camacho. Eso demuestra que está atento. He estado comiendo demasiada comida grasosa estos días y quiero cambiar mi dieta. Además, ahora que la abuela ha vuelto para recuperarse y se someterá a una cirugía más adelante, hagamos comidas más livianas. -Elevó una ceja.

Con cada frase, a él le parecían bastante razonables sus palabras.

-No hay problema, señora Calire. Intentaré preparar comida más ligera a partir de ahora. En realidad, usted es muy atenta. -Victoria respondió sonriendo y permaneció en silencio, ocultando sus verdaderas intenciones-. Por cierto, ¿quiere algún refrigerio después de comer? He preparado un pudín de frutas para usted.

-Pudin de frutas… Creo que no lo he probado antes-. Sin embargo, antes de que pudiera pensarlo, balbuceó:

-Claro.

Para cuando comprendió, vio que Andrés sonreía y asentía con la cabeza antes de alejarse. Sin palabras, se miró el vientre y pensó: iPequeño glotón! ¡No soy yo quien quiere comer eso!». Culpó al bebé, sin sentir culpa alguna. De repente, su teléfono vibró, entonces bajó la cabeza para echar un vistazo. Alejandro le habia enviado un mensaje que decía: -Salimos. Al leerlo, no supo qué decir. -Sé que han salido, pero te preguntaba a dónde habías llevado a la abuela-, pensó.

Después de quedarse sin palabras durante un rato, no tuvo otra opción más que enviar otro mensaje: «¿Dónde?-. Esa vez, el respondió con rapidez: -Volveremos más tarde». Una vez más, no contestó directamente su pregunta. -Parece que no quiere decirme a dónde está. Quizás está con Claudia. Ahora que lo pienso, tiene sentido que no quiera que yo sepa si está con ella-. Luego de reflexionar, un atisbo de burla se visualizó en su mirada mientras le respondia: -No me importa

dónde estés, pero te llevaste a la abuela. Conoces su estado, asi que asegurate de traerla temprano a casa. Necesita descansar-.

no le

Después de enviar el mensaje, Victoria guardó el teléfono y se concentró en la comida. En realidad, no tenia por qué preocuparse tanto. Alejandro era familia y Griselda era su abuela biológica: sin duda, no le haria ningún daño. Aunque hubiera que preocuparse, correspondia a ella hacerlo. Tras terminar de comer, subió las escaleras dado que no tenía nada. que hacer y Alejandro ya no respondió sus mensajes.

Durante el desayuno del día siguiente, Victoria propuso la idea de invitar a Claudia, ya que se lo habia prometido. Alejandro estaba bebiendo café, impávido cuando la oyó, por lo que posó la mirada de manera involuntaria en el rostro de ella mientras él fruncia el ceño. ¿Acaso Victoria no dijo ayer que mi relación con Claudia parecia ambigua? ¿Por qué la invita ahora?. Enseguida, un pensamiento cruzó su mente. -Quizás se está comportando de manera obstinada y trata de provocarme. Ayer discutimos y nos ignoramos por este tema, así que seguro quiere tomar represalias utilizando el mismo asunto-.

-¿Por qué quieres invitarla?-le preguntó con calma tras pensar en ello.

Victoria no esperaba que se opusiera a la idea, así que se quedó un poco sorprendida. Al fin y al cabo, eso lo beneficiaria, ya que terminaria con ella después de su divorcio. Para entonces, Claudia habría entablado una buena relación con Griselda y él se enfrentaria a menos regaños.

-Se lleva bien con la abuela y sabe cómo hacerla feliz, por eso pensé que estaria bien llamarla e

invitarla.

-¿Cómo puedes invitarla asi? ¿Crees que no tiene trabajo? -respondió de forma tajante y apretando los labios al oír eso.

Esa mañana, Griselda se despertó y sintió que parecía que había algo extraño entre los dos. Sin embargo, era común que las parejas jóvenes discutieran, lo cual era señal de una buena relación. Por lo tanto, no le prestó mucha atención, pero al oírlos hablar de ello, sonrió e intervino:

-Tiene razón, Victoria. Tal vez tenga trabajo y ayer ya pasó todo el día conmigo. Quizás no sea apropiado pedirle que venga hoy otra vez. -Luego, extendió la mano y acarició la de Victoria—. No te preocupes.

La joven ya se lo había prometido a Claudia el día anterior y lo había cumplido, pero Alejandro era quien se oponía a la idea. -Bueno, entonces no soy yo la que rompe la promesa-. Después de pensar en eso, miró a Alejandro antes de asentir hacia Griselda.

-De acuerdo. No la molestemos. Creo que le agrada a la abuela y pensé que no se negaría si la

invitábamos.

Ante sus palabras, Griselda sonrió y no dijo nada más. Tras eso, continuaron con su desayuno, pero la expresión de Alejandro seguía siendo sombría. Desde que Victoria sugirió llamar a Claudia, el ambiente a su alrededor se había tornado escalofriante. Ese clima persistió hasta que terminaron de desayunar, cuando Griselda le sugirió a Héctor que la llevara a dar un paseo. El mayordomo aceptó y estaba a punto de acercarse cuando Victoria interrumpió diciendo:

-Déjeme a mi. -En el momento en que ella apoyó la mano en la silla de ruedas, Alejandro le tomo la muñeca con fuerza.

-Señor Boreal, lleve a la abuela a dar un paseo, pero vuelva en quince minutos.

En el momento en que Héctor vio que se sujetaban las muñecas, asintió de inmediato:

-Si, señor. Tras eso, empujó la silla de ruedas de Griselda con prudencia y se marchó.

Con la presencia de la gran señora en ese momento, Victoria soportó el dolor del agarre de Alejandro y no reaccionó. Solo cuando Héctor sacó a la abuela, se liberó con fuerza.

-¿Qué te ocurre otra vez?

En ese momento, miró con apatia hacia el vestíbulo, donde se encontraban las sirvientas. Luego, apretó los labios antes de susurrar:

-Hablemos arriba.

Sin embargo, ella lo ignoró y dijo con calma:

-Creo que ya lo dejamos claro ayer. ¿Qué más hay que

hablar?

Con una expresión tranquila, él la miró fijo.

-Camina o te llevo.

Al oir eso, se quedó desconcertada.

-Tienes tres segundos para pensarlo.

-Espera, tú…

-Uno.

Ella lo miró, sin saber qué decir. «¿Por qué se ha vuelto tan infantil?».

-Dos.

-Alejandro, estás…?

Un segundo después, él dio un paso adelante y la cargó en brazos.

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